¿Cómo aplicar límites a los niños?
DIEZ CONSEJOS PARA EDUCAR CON DISCIPLINA A NUESTROS HIJOS
Para educar de manera eficaz a nuestros hijos, debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción y, en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.
Diez consejos básicos para aplicar límites educativos Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y “ahora” (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:
Objetividad
Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como “pórtate bien”, “sé bueno”, o “no hagas eso”. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. “Habla bajito en una biblioteca”; “agarra mi mano para cruzar la calle” son algunos ejemplos de formas que pueden mejorar sustancialmente la relación entre los miembros de una familia.
Opciones
En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir sus órdenes. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar tú solo o prefieres que yo te ayude?”; “Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo?”. Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.
Firmeza
En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: “vete a tu habitación ahora” o “¡para!, los juguetes no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: “¿por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?”, “debes hacer las tareas de la escuela ahora”, “vente a casa ahora”. Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome cierto camino. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones, lo mejor para su hijo será aplicar un firme mandato.
Acentúe lo positivo
Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el “no”, dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer (“habla bajo”) antes de lo que no debe hacer (“no grites”). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir “no”, mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo “hacer”.
Guarde distancias
Cuando decimos “quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: “son las 8, hora de acostarse” y se le enseña el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
Explique el porqué
Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño por qué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”.
Sugiera una alternativa
Siempre que aplique un límite al comportamiento de un niño, intente indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y su hijo se sentirá compensado. De este modo, puede decir: “Ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar”. Al ofrecerle alternativas, le está enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.
Firmeza en el cumplimiento
Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si da a su hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
Desapruebe la conducta, no al niño
Deje claro a sus hijos que su desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestre rechazo hacia los niños. Antes de decir “eres malo”, deberíamos decir “eso está mal hecho” (desaprobación de la conducta).
Controle las emociones
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbal o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad: “¿Qué ha sucedido aquí?”.
Fuente:
Guía Infantil